
Menciona a:David Ledesma César Dávila Andrade Alfredo Gangotena Quito, 1982. Es Licenciado en Comunicación y Literatura por la Pontificia Universidad Católica del Ecuador. Cursó la Maestría en Estudios de la Cultura, Mención Literatura Hispanoamericana, en la Universidad Andina Simón Bolívar. Fue Becario de Fundación Carolina en la Universidad de Málaga, donde cursó un máster en Gestión de Patrimonio Literario. Ha sido supervisor de estilo de diario Hoy, director editorial de Superbrands Ecuador y editor de la Dirección de Publicaciones de la Casa de la Cultura Ecuatoriana Benjamín Carrión y de la revista Nuestro Patrimonio, del Ministerio Coordinador de Patrimonio. Textos suyos se han publicado en las revistas Letras del Ecuador, Rocinante, Ruido Blanco, Casa de las Américas (Cuba), Connotation Press (EEUU), Punto de Partida (México), entre otras. Su primer libro de poesía, Devastación en la tarde, recibió el Premio Nacional de Literatura en 2008 por parte del Ministerio de Cultura. Asimismo su libro de ensayo Decir el silencio, en torno a la poesía de Alejandra Pizarnik, que obtuvo el segundo lugar en esa categoría. Su poesía ha sido recientemente traducida al inglés por Alexis Levitin. Recibió el Segundo Premio Pichincha de Poesía 2010 por su libro En la penumbra y una mención particular en la XXVI Edición del Premio Mundial Nósside de poesía.
Escribir porque hay un dictador en tu corazón que te impone. Hay un dictador que hace de tu corazón un ovillo. Escribir: innecesario como hacer un mueble de madera o una casa. Escribir desde el fondo de tu angustia hace que la vida adquiera la inmovilidad con la que sueña el vagabundo. Todo lo que se hace letra es una justificación de la pertenencia. Una vez hicimos el amor con la literatura pero estábamos demasiado drogados para acordarnos. Han pasado muchos años y no hemos aprendido a conjugar el Verbo. Esta materialidad se vuelve visible solo en el espejo de la página vacía. Se hace literatura por impertinencia. Uno nace viejo y vestido y punto. Es increíble el horror de una arruga que se hace pálpito. No quieres escuchar el silencio porque tienes miedo. Hay una fosa sagrada llena de misterio. Mentira. Decir el amor se olvida como la mano que invita al amigo a escapar de su llanto. Afuera hace frío y la garganta se llena de hastío. La música es el claro de luna que acompaña la mañana. Ya fui a mirar el mar pero estaba vacío. Las manos se agrietan día a día y hay alguien que robó una píldora para extasiarse. Se escribe en el ardor de una noche sin sombra. Un hombre fue a mirar muy adentro, pero estaba poblado de arañas. Un hombre no tiene trabajo, pero hay tres hijos que lo esperan. Al que escribe no lo espera nadie.
canto a sí
mismo
Estoy
enamorado de mí mismo,
hay
tantas cosas en mí tan deliciosas.
Whitman
santiago
ha muerto ahogado en la mácula de su ego,
ciego
de la soledad de la ignorancia,
oscuro
fulgor que cesa,
vulva
atrofiada, cuello íngrimo.
[quiso
vivir en el secreto mundo de una pretensión ridícula.
su
vida fue un constante aplazar el suicidio.]
santiago,
un
horrendo hijo de puta que no sabe dónde esconderse.
los
lugares adonde ha ido se han poblado de la miseria de su virilidad:
enfermiza
animalidad que se solaza en la memoria de un cuerpo.
dos
veces ha robado por resentimiento,
por
prejuicio mórbido;
también
ha escupido sobre el llanto de su madre
y
se ha echado a reír de desesperación.
santiago
odia su primer nombre
con
el que tiene que cargar como a un manco muerto.
santiago
tiene ganas de llorar en el espacio desolado de la calle
donde
se han de sacrificar los fantasmas, en coro,
de
unos últimos suspiros.
santiago
cita en otro idioma para disimular su barbarie.
dove
si grida non e vera scienza
dice
lezama que alude a ortega y gasset que cita a leonardo.
en
eso no cree santiago.
santiago
quiere ocupar el lugar donde satán hace el amor
con
una niña rubia
lo
monstruoso / lo monstruoso
lo
monstruoso ocupa el lugar de la fricción entre dos dedos que
chasquean.
[qué
hacer con el silencio —dice santiago—
que
rodea una línea cargada de plenitud.
qué
hacer con este dios que es la exégesis de una novela del espíritu.]
santiago
huye del granizo que atropella los cristales,
siente
que la ciudad se encumbra hacia la noche
y
hace un ovillo de la diminuta bolsa donde caben todos los males.
santiago,
otra
vez ha venido tu padre a golpear a tu madre
y
la mudez te ha cercenado la lengua
[tópico
del miedo]
razón
suficiente para gozar de angustia.
santiago
ya no está solo,
pero
ya no tiene ganas de repetir su nombre.
las
mujeres lo miran como si hubiese violado a una tórtola
o
espantado a una niña muda.
era
también un niño cuando introdujeron una mano
abyecta
que
destrozó su corazón.
pero
no hay razón para ponerse triste, santiago.
también
una mujer ha tenido al menos un orgasmo,
te
ha convidado la sal metafísica de su cuerpo en limbo,
te
ha ofrecido sus pezones bañados en cerveza
y
se atragantaron, los dos, con el fino humor de un falo adormecido.
toda
la noche escupe el cielo el morbo de un dios necrófilo.
toda
la noche se masturba santiago
para
olvidar el caminar de la sombra como una mula vieja,
como
una mula tuerta.
santiago
llora a su hijo
al
que no pudo joder como su abuelo a su padre / como su bisabuelo a su
abuelo
así
ad infinitum…
santiago,
alguien
lee tu discurso gangrenando la epidermis.
santiago,
alguien quiere descifrar el ritmo de tu corazón que se desangra
al
filo del grafito.
todos
tenemos fe en santiago:
no
será más la novia fea,
el
indio sacrificado,
el
aullido pobre que se multiplica.
a
menos que santiago muera o se enferme
que
es lo mismo.
Mata a un
hombre
A
Estanislao Orozco
Mata
a un hombre,
hazlo
sufrir,
degüéllalo
lentamente
y
mira desangrar su sufrimiento.
Tortúralo,
arranca
sus uñas con pinzas de metal,
introduce
objetos gruesos eN su ano seco.
Arráncale
la lengua.
Derrama
la llama encendida de una vela sobre sus pezones.
Córtale
los huevos.
Desgarra
su oreja y habla con ella.
Su
nariz también puede servir para divertir a un niño.
Observa
cómo llora de dolor.
¿Te
gusta?
Siente
su respiración que borbotea.
Haz
de él un pozo de la nostalgia.
Bebe
su llanto en un cáliz inquisidor.
Escupe
sobre su boca el cristal de tu desdicha.
Anda,
sé miserable,
sé
el verdugo de su hambre de muerte.
Pero
jamás,
escúchame
bien,
jamás,
le
des un trabajo sin sentido.